31 oct 2012

El bibliotecario en su caverna

Manuel Erice escribía hace poco acerca del periodismo y cómo sobrevivir a la revolución de este oficio. Conforme leía el artículo, encontraba, como ya es habitual, más coincidencias entre este oficio y los bibliotecarios, por varias razones que intentaré argumentar al hilo de las palabras del propio Erice.

Citando a Vittorio Sabadin y su libro «El último ejemplar del New York Times», en el que describe la imagen de «hombres de mediana edad, impermeable y sombrero» que rebosaban los vagones del metro en hora punta con la cartera en la mano primero, y con el periódico en el bolsillo años más tarde, y cómo hoy se estarían convirtiendo en hombres -y mujeres- absortos en sus móviles o en cualquier otro dispositivo digital, en busca de las últimas noticias, en texto, en foto y ya también en vídeo.

Los cambios tecnológicos van tan deprisa que apenas se ha asentado un mito, surge otro que lo derrumba como un castillo de naipes y así, ahora vemos como el mismísimo uso tradicional de internet a través del pc se ve desbordado por otros soportes que no obligan al usuario a estar atado a la oficina o su casa para trabajar o estar informado.

Esta es la realidad que Erice describe, y es la misma realidad que una y otra vez leemos a través de los informes y noticias que nos llegan (porque nos llegan, ya no las buscamos).

Y sin embargo los líderes, los gestores de nuestras bibliotecas siguen sin darse cuenta cuando estamos exactamente ante la misma situación. ¿Cuantas bibliotecas se han puesto las pilas y ofrecen la versión móvil de su web?, ¿cuantas bibliotecas han superado la preeminencia de lo textual para ofrecer información multimedia? Parece mentira que llevemos ya tanto tiempo hablando de los cambios tecnológicos y de comportamiento de los usuarios y veamos tan pocas evidencias en las webs de las bibliotecas y en la oferta de sus productos y servicios. Acostumbrados a las normas, nos limitamos a respetarlas, pero no a innovar. ¿Cuantas bibliotecas han cambiado los tradicionales pcs que atan a la mesa al personal, por portátiles o dispositivos móviles? En algunos casos hasta se ve como una excentricidad!!!

Dice Erice que los periodistas tras obras como la de Francis Pisani («La alquimia de las multitudes»), entre otros, al menos han aprendido a pensar otra vez en el lector. ¿Qué nos falta a los bibliotecarios para volver a pensar en el lector? Ideas no nos faltan, baste el último post de Fernando Juárez en biblioblog "donde siempre, como nunca"
El bibliotecario en su caverna
Hace falta que realmente nos lo creamos, porque estoy convencida de que lo que nos falta son ganas de llevarlo a cabo, por un insano conformismo profesional. Seguimos con Erice:
"Hemos empezado a salir de esa caverna en la que una maldita combinación de decadencia del modelo tradicional, conformismo profesional y creciente exigencia del consumidor, nos acabó encerrando en una suerte de traicionero letargo, como encarcelados en nuestro propio mito platónico".
"Como en la alegoría del autor de «La República», el drama de los periodistas (léase bibliotecarios) ha sido -sigue siendo aún- similar al de los prisioneros de la caverna, encadenados de tal guisa que son incapaces de girar la cabeza, y por eso no contemplan sino las sombras de los objetos que se proyectan en la pared de la cueva."

Los invito a seguir leyendo y viendo, en el enlace del título. Gracias

18 oct 2012

Entre el olvido y el encuentro

 
 Hace algunos años Graciela Diez rastreó su libro preferido cuando era niña en una reedición de la colección Robin Hood: Violeta, de George Whitfield Cook. Quería saber por qué la había atrapado tanto esa nena genial, de trenzas y grandes anteojos, y que aparecía en la tapa con un libro abierto sobre su regazo. Y lo volvió a leer y la volvió a atrapar. Cuando Graciela disfrutaba de las aventuras de Violeta no sabía aún que los libros la acompañarían siempre. Es bibliotecaria y ahora logró su propio libro.
De factura artesanal, es un cuidado catálogo de aquello que se encuentra y se olvida en los libros. Señaladores de todo tipo, estampitas, los ya extinguidos boletos de colectivos, poesías, flores secas, resultados de análisis, encargos o pedidos, facturas o recibos cuentan historias olvidadas y ahora encontradas.
Junto a Amanda Paccotti, Graciela guardó todo lo que fue encontrando como bibliotecaria. Trabajó durante diez años en la Biblioteca Argentina, luego en la que se encuentra en la Dirección de Asesoramiento Técnico de la provincia y, desde algunos años lo hace como voluntaria, en la Biblioteca Alberdi. Allí, junto a Paccotti, ideó el libro que no tiene final y sigue escribiéndose ante cada hallazgo.
Las joyas
"Nunca nadie imagina levantarse una mañana y encontrar un tesoro, nunca sabremos si la suerte estará a la vuelta de la esquina pero con este libro tuvimos suerte y encontramos tesoros. Tesoros conocidos y reconocibles, viajes en ómnibus, idas al médico, poesías dichas o calladas, recortes de diario, estampitas, oraciones, facturas pagas, folletos, propagandas, almanaques, marcadores, proyectos, escritos, programas de estudios, felicitaciones", detalla Graciela en la introducción de su libro objeto, como ella prefiere nombrarlo.
"Es un libro para ver y para reconocer historias —explica—. Nació y seguirá creciendo con nuevos olvidos y nuevos encuentros. No tiene final, su final abierto seguirá contando la historia de aquellos que alguna vez tengan en sus manos los libros de esta querida biblioteca", advierte.
Organizado por orden alfabético —"no podía ser de otra manera, siendo bibliotecaria", bromea Graciela— contiene joyas que motivan historias. Dentro del apartado dedicado a escritores aparece, por ejemplo, un texto de Gustavo Bossert. "No sabemos si lo dejó él o alguien lo escribió y lo olvidó", dice Graciela en diálogo con Señales.
A veces los hallazgos empujan investigaciones como por ejemplo una poesía escrita por Roberto Nistal. En el dorso del papel utilizado se descubre que el poeta era el propietario de la farmacia La Guardia y, según logró averiguar la bibliotecaria, fue químico farmacéutico.
Otra joya es una factura de la primer feria del libro que data de 1943, en la cual se deja constancia de una compra por dos pesos, con su respectivo descuento y derecho a sorteos.
También hay olvidos más personales como las flores y hojas secas; notas dejadas a hijos, que ni se enteraron; textos escritos a madres y padres. Infaltables, las estampitas, donde San Cayetano va primero en el ránking que integran también el Padre Ignacio y la Virgen de San Nicolás, entre otros y otras.
En el libro también se muestran otras expresiones de espiritualidad como folletos evangelistas e invitaciones a reuniones de meditación o yoga. La salud es otro tema, hay prescripciones de medicamentos, resultados de análisis, tarjetas de profesionales, todo sirvió en algún momento para no perder el hilo de una historia que atrapó al lector a tal punto que hizo olvidar el marcador.
Una estampita invitando a una primera comunión disparó que una de las lectoras del libro, que fue presentado días atrás en la Biblioteca Alberdi, averiguara sobre aquella niña, hoy empleada de la Municipalidad de Firmat y que el hallazgo le produjo recuerdos y una sonrisa. O la donación de un altar en 1942, con su respectiva estampa, hizo recordar a un lector que la mujer autora de la iniciativa había sido la directora de su escuela primaria.
Cuando se presentó el libro, Diez y Paccotti hicieron un taller para trabajar junto a los lectores. No sólo mostraron su libro sino que llenaron varios mesas con ejemplares de diversos géneros para promover la lectura entre los asistentes. "Surgieron cosas maravillosas —cuenta Graciela—, hace un tiempo me regalaron el libro Upa, y lo llevé ese día. Fue una mamá joven con una hijita que enloqueció cuando lo vio. Se lo hicimos fotocopiar. A los pocos días la mamá me mandó un mail, diciéndome que la nena estaba encantada con el libro, lo llevaba todos los días a la escuela y decía que ya sabía leer y escribir. Estaba aprendiendo y se remotivó para leer y escribir", relata Graciela aún emocionada.
Pero hay más, "la señora que estaba sentada al lado de esa mamá y su hija me cuenta que fue muy fuerte para ella ver la escena porque se vio a ella misma con su mamá cuando sentaba a sus hijos para leerles Upa. Con estas historias sentí que habíamos logrado lo que queríamos al presentar el libro con olvidos y encuentros".
También recuerda cuando en el buzón de devoluciones aparecían libros que no eran de la biblioteca. "Se notaba que a la gente le daba mucha pena destruirlos o tirarlos por ahí, y los dejaban en el buzón", dice en referencia a los libros "peligrosos". Los libros, como el suyo, sus olvidos y sus encuentros, como la vida.

5 oct 2012

El mito de la grasa y los libros

Conservadores luchan día a día contra el deterioro de las colecciones y los "agentes patógenos" y de todo tipo y calibre que visiblemente o lejos del alcance de la vista humana pululan en las bibliotecas.

Pegamentos, hilos, celulosa en el papel y otros elementos que componen el libro, son fuente alimenticia para ciertos insectos. La humedad, la entrada de luz solar, el maltrato, los olores, el peligro de incendio,  la no encuadernación, y.... las manos de los lectores atentan contra la conservación.

Es por eso que se utilizan guantes de algodón para tomar los libros de colecciones antiguas y protegerlos con éstos, de la "grasa" de las manos. Pero no tenemos glándulas de secreción sebácea en las manos, y se sabe que los guantes de algodón guardan más grasa que la que se encuentra en las manos, por lo tanto terminan no protegiendo a las obras sino haciendo más daño que el que se desea evitar.

El algodón de los guantes absorbe otras sustancias que pueden encontrarse por ahí, o en las manos de los manipuladores como cremas, lociones, restos de sustancias variadas, polvo y las pasa al libro que se desea proteger. Provoca además sudor en las manos y al final puede resultar contraproducente. Las manos sí producen sudor.


Por eso lo mejor que hay es disfrutar de los libros sin barreras de por medio. La conservación y la preservación son necesarias pero igual que la protección, prevención y mantención de la salud en las personas, los extremos resultan a la larga perjudiciales. 

Para mí un extremo arcaico es impedir a las personas que puedan tomar bebidas (con los cuidados del caso) en algunas bibliotecas, lo cual es un factor que los aleja de ellas... pero es un tema para otro día...

1 oct 2012

“Si yo pienso en la gente, en el pobre, no me voy a equivocar”

Por Luis Sartori

Hiperactivo. Fundó diez empresas, trabajó en gobiernos peronistas y radicales. Y a los 80 largos inventó un ingenioso sistema para resolver necesidades físicas de los discapacitados.
 A sus 87, Rafael Kohanoff (Tuta para los amigos) mantiene la hiperactividad de toda su vida. Una vida que resume así: “Todo lo que quise hacer, lo hice”. Nació en Colonia Dora, Santiago del Estero, séptimo hijo de ucranianos; viajó y disertó por todo el mundo. Estuvo 6 años de novio y 64 casado “con la misma mina, ¿qué te parece?”. A los 22 tuvo su primer hijo, a los 23 se recibió de ingeniero químico en Santa Fe. Fundó 10 empresas (¿se acuerdan de las zapatillas Skippy y los cierres Lynsa?). Se sumó a dos gobiernos peronistas (Cámpora-Perón) y firmó el mítico Pacto Social de José Gelbard, apoyó desde la CGI al de Alfonsín, y ocupó dos cargos con De la Rúa en la Ciudad. Dirige en el INTI el Centro de Asistencia Tecnológica para la Discapacidad. Diputados lo designó “Mayor Notable”; Italia lo nombró “Commendatore”; y, de haber nacido en Japón, sería un “Tesoro Viviente”. Abruma su sencillez. Impacta su energía.
Rafael Kohanoff
 
¿Me convidaría la fórmula para tanta vitalidad?
Yo no sé. Muchas veces la gente me pide dos cosas: en el INTI, el know how para estar como estoy, y afuera, la metodología de trabajo por la cual logro resultados.
¿Ganó mucha plata?
La verdad que fue mucha plata. Y no tengo idea cómo carajo me quedé sin plata. Porque no la jugué, no hice inversiones raras. Pero se me gastó. Ahhh, ahora me acuerdo: una de las cosas que hice mal fue que cuando me metí en política fuertemente (con De la Rúa), el manejo de la empresa se lo dejé al Banco Velox. Le firmé inclusive la autorización para vender mi empresa de vinilos. Y me la vendió en 25 mil dólares (tose). Después vino la hecatombe del banco. Y no pude recuperar nada.
¿Le quedó para vivir?
Vivo del sueldo que tengo como contratado del INTI, y de una jubilación chica, porque tampoco pedí la jubilación de privilegio. Me parecía que no era correcto. No estoy contento, pero no siento que me ha quitado la alegría de vivir.
¿Cómo surgió lo del INTI?
Fue hace siete años. Me pareció que la gente con discapacidad era la más excluida. Y que valía la pena que pusiera mi experiencia de emprendedor privado y público al servicio del sector más necesitado y desamparado. Por eso propuse crear el Centro. Tenemos 4 millones de personas en el país con discapacidad. Cerca de la mitad son discapacitados motrices. Que necesitan un bastón, un bastón para ciegos, una muleta, una silla de ruedas, 20 cosas diferentes. Están en todo el país. No las tienen.
¿Ustedes qué hacen ahí?
Los manuales y los planos libres para que esto, pieza por pieza, pueda ser fabricado –no por las pymes porque no les resulta negocio, ni por el Estado que no se va a poner a ser fabricante– sino a través de las escuelas técnicas. Hoy tengo 100 escuelas que están haciendo esto en diferentes lugares del país.
¿Para quiénes empezaron a fabricar los alumnos técnicos?
Para los chicos de las escuelas especiales. Lo llamé “hermanar” escuela especial con escuela técnica. A través de Educación, pedimos que los directores de escuelas especiales nos dijeran qué necesitan sus alumnos: 400 escuelas llenaron la planilla, como diez mil pedidos. Y ahora tenemos demanda.
¿Cómo reaccionan los alumnos?
Con la gran alegría de encontrar un sentido a lo que estudian, a su vida. ¡Tenés que ver las lágrimas de los chicos cuando terminan entregando una silla postural a una mamá que tenía a su chiquito en el suelo!
¿Los aparatos cuestan caro? ¿Quién los paga?
Acá aplicamos la teoría de la tecnología simplificada: cómo hago algo que tenga la funcionalidad correspondiente, la duración necesaria y que sea accesible. Y después, por ejemplo, voy a Tartagal, convocamos, vienen las escuelas, el intendente, el diputado, cuento qué es este Programa productivo, tecnológico y social y le digo al intendente, escuchame, esto son 6, 7 mil mangos ¿digo que la sociedad tiene que juntarlos o digo que los ponés vos? Me voy a Charata y lo mismo... y se va armando una cosa local. El intendente o el Rotary o alguien terminan poniendo el dinero.
¿Qué es el aro magnético?
Un dispositivo para que las personas con audífono puedan escuchar en un teatro, un cine, un banco, la escuela. Pero nadie los vende. Entonces armé los planos y los manuales. Pero los audífonos son carísimos. Entonces adaptamos un receptor común con una plaqueta de calculadorita para que funcione a energía solar. ¿Sabés cuánto sale todo? 100 pesos de costo el receptor y 200 el aro. Esto tiene la ventaja del nombre atractivo, se aprende a fabricarlo en un día y a instalarlo al otro día, y es barato. Y se convirtió en un reguero de pólvora.
¿Cómo lo difunden?
Organicé cursos de capacitación dentro del sistema educativo, se llaman Formación de Formadores : profesor de electrónica o electromecanica, con un alumno; se juntan 20 profesores y 20 alumnos. Cada dupla arma un aro magnético con mis capacitadores. Compromiso: tener material para que cuando vuelvan a la escuela enseñen a los profesores y alumnos lo que aprendieron. Ya se hizo por lo menos en 20 lugares. El último fue en San Pablo. Los brasileños me decían: “Cómo no nos dimos cuenta antes”. Es porque nos hemos enredado en el mercado, estamos detrás de la ganancia y de los precios y los aparatos, y no de la gente. Si yo pienso en la gente, pienso en un pobre, no me voy a equivocar. Pero si pienso en el audífono que vale 2 mil pesos, y mañana 7 mil, estoy apelando a las soluciones viejas. Se necesita un cambio de mirada. Y el Estado tiene un rol fundamental que cumplir acá. Desde la función pública tengo la obligación de resolver los problemas que no resuelven los demás.
¿Cómo se definiría?
Soy un hombre que ama la vida. La vida y la gente. Me encanta la gente y el cariño. Beso a todo el mundo.
¿Qué le pasa con esto que están haciendo en el INTI?
... la felicidad que nosotros tenemos... Estoy haciendo lo que quiero y lo que me gusta. Estoy volcando toda mi experiencia como un compromiso ético que me surge de la necesidad del otro. Esto es impagable. A mi grupo de gente le está pasando esto. Y los chicos y los profesores están empezando a sentir esto. Es muy contagioso.
¿Hizo tai chi chuan, no?
Sí, hace poco, unos tres o cuatro años con el chino que salía en la televisión y daba clases en Palermo. El me decía (lo imita):  “Usté de acá (se toca la cintura) para acá (la cabeza), 50 año, ¿eh?”.
 Nos divertíamos.