26 abr 2012

Profesor renuncia a su cátedra pues alumnos no saben escribir

... ni sintetizar, razonar, desarrollar la creatividad, analizar, criticar, elaborar, concentrarse, desarrollar la curiosidad, desarrollar la autonomía.....

Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra.

Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron. 

No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. 

En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.

Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles. 

De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir. 

El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña. 

En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación. 

El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores. 

Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.

Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.

Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.

No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google.
Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.

Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.

Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta.

Camilo Jiménez
Especial para EL TIEMPO

25 abr 2012

Diez sitios que marcan el nuevo rumbo en Internet

Varios especialistas del mundo online eligieron los servicios Web que ya trazan una fuerte tendencia
Pinterest 
Airbnb.
Instagram 
Dropbox
Linkedin
Foursquare
Drawsomething
MercadoLibre
Viddy
Skype
La nota completa, en el enlace del título.

20 abr 2012

Las Bibliotecas vs los Starbucks

Rescato este artículo de uvejota.com pues me parece un interesante debate y actual, aunque ha sido escrito en el 2010. Y coincido con él (o ella) porque pienso que las bibliotecas no son templos del saber, ni catedrales del pensamiento, sino más bien lugares de placer. Sí, de placer por la lectura, por el estudio, la investigación y además deben ser lugares de encuentro no sólo con Einstein, Marx, Newton, Dios, (dije algo malo?), Borges, Mario Vargas Llosa, Gabo y la lista sigue.... sino también de encuentro con los compañeros de estudio, de encuentro (y no de desencuentro) con los profesores y con los bibliotecarios.

Estos, debemos mirar al usuario no desde un pedestal, sino de igual a igual, en una actitud de humildad y dejarnos de joder con tantas restricciones y  estupideces que hacen que nuestras bibliotecas muchas veces estén vacías, donde el usuario viene hace  un  trámite y sale disparado.... hacia el buffet, el jardín de su casa o su dormitorio...

"Hoy estuve gran parte de mi tarde trabajando en un Starbucks situado al sur de la Ciudad de México muy cerca de Ciudad Universitaria donde existe al menos una biblioteca por cada facultad, la Biblioteca Central y la Biblioteca Nacional; algo que llamó mi atención y que en otras ocasiones también ha sucedido, es la cantidad de personas con libros y/o laptops estudiando o leyendo.
En tono de broma comenté en twitter y facebook que:
Las bibliotecas seriamente deberían considerar el modelo de Starbucks. Necesitamos bibliotecarios-baristas que, además de ser expertos en CDU, te preparen tu “alto-mocca-extra-hot-descafeinado-con-soya” y que nunca te digan “shhhh!!! favor de guardar silencio.
Aunque mi comentario iba con un tono de ironía, la reflexión de ¿qué hace que la gente prefiera un Starbucks a una biblioteca? terminó siendo seria. Olvidémonos de aquellos que suelen visitar esos lugares por “pose” y, tratemos de concentrarnos sólo en aquellos que cargan con su libro o laptop para estudiar o leer. Como lo dije en Facebook, no creo que sea un asunto de bebidas o música, pues, de hecho, su café no es el mejor y sí costoso comparado al de otras cafeterías. Tampoco creo que sea un asunto de asientos cómodos o de WiFi; la Biblioteca Vasconcelos en Buenavista se caracteriza por su cómodo mobiliario y conexión, muchas bibliotecas públicas ya cuentan con internet. Entonces ¿qué hace que la gente en un país con fuertes problemas económicos prefiera gastar para sentarse a leer o estudiar?

Antes de que salten algunos colegas pensando que quiero convertir a nuestros “amados recintos” en una cafetería transnacional, aclaro que entiendo perfectamente que ambos espacios están concebidos de forma distinta: uno trata de ganar clientes y les ofrece lo que estos necesitan con tal de que consuman y aumenten sus ganancias; mientras que la naturaleza de biblioteca es informativo-formativo-cultural; pero, nos guste o no, tenemos que aceptar que algunos de los que aceptan la oferta informativo cultural al final optan por la cafetería y no por la biblioteca, ¿por qué sucede esto?

Yo comentaba además que quizá este fenómeno se daba porque, al revestir a nuestras bibliotecas de solemnidad, silencio e intelectualidad, lo único que lográbamos era alejar a los usuarios; a nadie le gusta estar en lugares poco flexibles, donde tienes que guardar silencio como en un funeral; por su parte, @cybergus comentaba algo que, de cierta manera refuerza un tanto mis sospechas: la creatividad para lograr que la experiencia de los clientes en Starbucks sea placentera. Mientras nosotros llenamos de restricciones en Starbucks, lo único que tienes que hacer es pedir tu bebida y sentarte a leer, estudiar o, lo que quieras.

Entonces vuelvo a lo mismo: ¿qué tendríamos que hacer para que esos clientes vuelvan a nuestras bibliotecas? Dudo que sea ofrecer un buen café y poner jazz de fondo.
No se, quizá estoy hablando tonteras y en realidad no hay ningún hilo negro que descubrir, pero insisto, siempre encuentro más gente leyendo en Starbucks que en la Biblioteca, nos guste o no, esos son usuarios potenciales que estamos perdiendo por… ¿una bebida? ¿WiFi?¿asientos cómodos?"

19 abr 2012

Comienzan a descifrar en el país la matriz de la mentira

Por Gisele Sousa Dias

Estudian de qué manera el cerebro la detecta. Científicos del Instituto de Neurología Cognitiva investigan las reacciones físicas y las emociones que se disparan al mentir. También las diferencias que hay entre una mentira piadosa y un engaño grave.

 En la década del 60, un científico californiano llamado Paul Ekman se ocupó de decodificar las combinaciones de movimientos producidos por los 43 músculos de la cara. Lo que descubrió es que hay ciertas microexpresiones faciales –fugaces e involuntarias– que permiten detectar cuando alguien está mintiendo. Su investigación fue tan apasionante que ahora, 50 años después, la serie televisiva Lie to me tiene como protagonista a su alter ego: un personaje que, mediante la lectura de esos gestos, ayuda a desenmascarar criminales. Pero fuera de las pantallas –el cine sigue engendrando personajes mentirosos–, la mentira también desvela a los científicos. Y en Argentina, por primera vez, el mundo de las neurociencias comenzó a desentrañar sus mecanismos cerebrales.

 Hemos comenzado a investigar qué mecanismos se activan con las emociones complejas, como las que se producen cuando nos damos cuenta de que nos mintieron”, revela Ezequiel Gleichgerrcht, investigador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).
La línea de investigación tiene dos ramas. “Hasta ahora se sabe que cuando nos enteramos de que nos mintieron se activa un conjunto de respuestas cerebrales asociadas a cambios hormonales. Por ejemplo, aumenta la liberación de testosterona, y los niveles aumentados de testosterona están asociados a conductas agresivas. Esa es la razón por la que nos enojamos tanto cuando descubrimos que nos engañaron”, explica.


Los neurocientíficos de INECO quieren ir más lejos: buscan saber cómo interaccionan las funciones del lóbulo frontal a la hora de mentir. Por ejemplo: en el cerebro, la toma de decisiones depende del lóbulo frontal; la mentira también. Entonces ¿alguien que toma buenas decisiones es más mentiroso? Por otro lado, van a estudiar cerebros enfermos: “Hay pacientes con daño en la corteza frontal (como los que tienen cierto tipo de demencia) que pierden la capacidad de mentir o de inhibir conductas o comentarios inapropiados”, explica. Por ejemplo, una persona sana diría una mentira “piadosa” para no decir ‘qué feo estás hoy’. Estudiar esos cerebros dañados permitirá comprender cómo mentimos las personas sanas.
“También –avanza Facundo Manes, director del equipo y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro–, algunos pacientes autistas son conocidos por decir siempre la verdad. Aunque esto pueda parecer beneficioso, la inhabilidad para decir una mentira es anormal. La razón de este hecho parece estar relacionada con el déficit en su teoría de la mente.

 Agustín Ibáñez, investigador del CONICET y director del laboratorio de Psicología Experimental de INECO, profundiza: “Es que los humanos usamos un tipo de mentiras llamadas ‘engaños tácticos’. Cuando engañamos a una persona primero debemos conocer sus deseos y creencias y después debemos mentir de tal forma que para el otro resulte creíble. Para eso usamos lo que se llama teoría de la mente , que es la capacidad de inferir los estados emocionales y mentales de la víctima para después manipularlos”.

De los aproximadamente 40 estudios internacionales que ahondaron en los mecanismos cerebrales que intervienen en la mentira, se sabe, por ejemplo, que nuestro cerebro puede ser un gran detector de mentiras: “Tenemos un cerebro capaz de distinguir cuando una mentira es grave (una transgresión moral) y cuando es leve (una mentira ‘piadosa’). Cuando nos enteramos de que nos mintieron con algo grave se activan las áreas cerebrales vinculadas a las emociones negativas. Una de ellas es la ínsula, que se activa cuando sentimos disgusto o asco. Por eso se cree que cuando nos engañan con algo grave tenemos esa sensación de asco”, detalla Gleichgerrcht.

Por ahora los pocos estudios internacionales apuntan los cañones a encontrar detectores de mentiras confiables. Algunos buscan medir la dilatación de las pupilas, la respuesta galvánica de la piel o el ritmo cardíaco ante la mentira. Otros trabajos –donde se unieron el mundo judicial y el de las neurociencias– están probando si la Resonancia Magnética Funcional, capaz de medir la actividad cerebral en vivo mediante preguntas inducidas, podría servir como detector de mentiras. El método, por ahora, es experimental y polémico porque las imágenes podrían mostrar estados de ánimo, como la ansiedad o el miedo, que aparecen agarrados de la mano de la mentira. Si eso pasara, en definitiva, la conclusión sería engañosa.

Tomado del diario Clarín.

11 abr 2012

Biblioteca 2.0. Manifiesto del Bibliotecario 2.0





i te gustan los libros, las bibliotecas, aprender, espero que te guste el concepto  Biblioteca_2.0 y el Manifiesto del Bibliotecario 2.0 que encontré en Blog de la biblioteca de la Facultad de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca (donde por cierto encontré Autoenglish.org, centenares de ejercicios interactivos para aprender inglés )

A Librarian’s 2.0 Manifesto
• Reconoceré que el universo de la cultura de la información está cambiando rápidamente y que las bibliotecas deben responder positivamente a estos cambios para ofrecer los recursos y servicios que los usuarios necesitan y desean.
• Me formaré en la cultura de la información de mis usuarios y trataré de encontrar la manera de incorporar lo que aprenda a los servicios de la biblioteca.
• No estaré a la defensiva respecto a mi biblioteca, sino que trataré de ver claramente cuál es su  situación y de evaluar sinceramente lo que puede lograrse.
• Seré participante activo en la mejora de mi biblioteca.
• Reconoceré que las bibliotecas cambian lentamente y trabajaré con mis colegas para agilizar nuestra capacidad de respuesta a los cambios.
• Seré emprendedor en la propuesta de nuevos servicios y de nuevas formas de prestarlos, aun cuando algunos de mis colegas opongan resistencia al cambio.
• Disfrutaré de la emoción y el goce que entrañan los cambios positivos y tranamitiré este talante a mis colegas y usuarios.
• Abandonaré las prácticas anteriores, aun cuando esas prácticas parecieran muy buenas en su día, si existe una forma mejor de hacer las cosas.
• Participaré en un enofoque experimental del cambio, aceptando el hecho de que cometeré errores.
• No esperaré a que algo sea perfecto antes de lanzarlo y lo modificaré en función de las opiniones de los usuarios.
• No temeré a los servicios de Google ni a otros parecidos, sino que aprovecharé estos servicios en beneficio de los usuarios al tiempo que les proporciono el excelente servicio que necesitan.
• Evitaré obligar a los usuarios a ver las cosas desde el prisma de los bibliotecarios y trataré, en cambio, de organizar los servicios de la forma que mejor se adapte a sus preferencias y expectativas.
• Estaré dispuesto, en el ejercicio de mi profesión, a desplazarme al lugar en el que estén los usuarios, ya sea en línea o en espacios físicos.
• Crearé sitios Web abiertos que permitan a los usuarios hacer contribuciones conjuntas de contenidos con los bibliotecarios, a fin de mejorar su experiencia de aprendizaje y de ayudar a sus compañeros.
• Defenderé la existencia de un catálogo abierto que proporcione el entorno personalizado e interactivo que los usuarios esperan de los servicios de información en línea.
• Animaré a la administración de mi biblioteca a participar en blogs.
• Fomentaré, mediante mis actividades, el papel profesional tan vital y pertinente que desempeñan los bibliotecarios en cualquier tipo de cultura de la información que pueda surgir."

Otros sitios para visitar afines al tema en cuestión:
http://www.nievesglez.com/2010/07/el-bibliotecario-en-su-caverna.html
http://www.nievesglez.com/2007/08/futuro-de-los-bibliotecarios-por-degree_04.html
http://ciudadanogeek.com/2010/05/%C2%BFexiste-el-bibliotecario-2-0/
http://rincondelbibliotecario.blogspot.com.ar/2009/11/redes-sociales-en-la-bilioteca-20.html

2 abr 2012

Día mundial del libro infantil y juvenil

El 2 de abril se celebra internacionalmente el Día del Libro Infantil y Juvenil. Se seleccionó esta fecha en conmemoración del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen (1805), quien fue el autor de varias decenas de cuentos de hadas.




Hans Christian Andersen nació en el año 1908 en OdenseDinamarca, y vivió una infancia de pobreza y abandono, criado en el taller de zapatero del padre. A los 14 años se fugó a Copenhague. Trabajó para Jonas Collin, director del Teatro Real, quien le pagó sus estudios.
Aunque desde 1822 publicó poesía y obras de teatro, su primer éxito fue Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager en los años 1828. Su primera novela, El improvisador, o Vida en Italia (1835), fue bien recibida por la crítica. Viajó por Europa, Asia y África y escribió muchas obras de teatro, novelas y libros de viaje.



Pero son sus más de 150 cuentos infantiles los que lo han llevado a ser reconocido como uno de los grandes autores de la literatura mundial. Él usó un estilo para un lector infantil, con un lenguaje cotidiano y la expresión de los sentimientos e ideas del público infantil.


Entre sus más famosos cuentos se encuentran El patito feoEl traje nuevo del emperadorLa reina de las nievesLas zapatillas rojasEl soldadito de plomoEl ruiseñorEl sastrecillo valiente y La sirenita. Han sido traducidos a más de 80 idiomas –y adaptados a obras de teatro, ballets, películas, dibujos animados, juegos en CD y obras de escultura y pintura– lo cual lo establecieron como uno de los más grandes autores de la literatura mundial, y es en conmemoración a él, que se celebra este día.



(Gracias Profesora María Inés Salomone)