Es por la presencia de plomo en las tintas. Para
ingresar libros y revistas del exterior hay que firmar una DD/JJ en
Ezeiza y desde julio presentar muestras para su análisis. Qué dijo el
constitucionalista Daniel Sabsay.
Cómo adelantó Fortunaweb el viernes pasado, cada día
se hace más evidente para editoriales, pero también para los
particulares que quieren ingresar sus libros y revistas extranjeras
compradas por courier, las trabas implementadas por la Secretaría de Comercio a la importación de publicaciones.
La restricción y sus engorrosas nuevas normas se presentan como una
barrera paraarancelaria para algunos o, directamente como un sinsentido
que, so pretexto de cuidar la salud de los lectores, o de protejer la
industria gráfica y editorial local, en realidad atenta contra el
ingreso de libros y revistas que, por más que alguien quisiera, es
imposible editar en el país con la tecnología disponible.
Lo cierto es que todo lector que compra y recibe su pedido vía
courier ya no podría recibir el producto en la puerta de su domicilio,
sino que debe asistir personalmente a Ezeiza, para retirarlo en la
ventanilla ¨Particulares¨, en el área de cargas.
Además, las editoriales y librerías están obligadas a recurrir a los
servicios de un despachante de aduana y tramitar la declaración jurada
anticipada de importación (DJAI), por lo que recién pueden ordenar la
compra o importación de material una vez obtenida la autorización.
Y desde julio se hará un análisis de plomo en tintas de todas las
impresiones importadas, mediante la presentación de muestras o
extracción de las mismas una vez arribado el envío y analizadas por el
INTI u otro organismo de control.
Según señala la resolución 453/2010,
firmada por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el
objetivo oficial sería ¨resguardar la seguridad de la población mediante
una serie de mecanismos de control utilizados para eliminar los
peligros derivados del uso de tintas con altos contenidos de plomo en
productos gráficos.
Por lo tanto, será necesario certificar que las tintas que utilizadas en productos gráficos no contengan más de 0,06% de plomo¨. En cualquier caso, esa “contaminación” podría ser nociva sólo si el lector, por ejemplo, pasa su lengua por las páginas.
En cambio, los niveles de plomo, mercurio y otros metales pesados
presentes en los cursos de ríos, como la Cuenca Riachuelo-Matanza, sí
tiene enormes cantidades de estos tóxicos a los que están expuestos
miles de ciudadanos que conviven con ellos y las industrias
contaminantes que los provocan.
Ni hablar del cianuro de las explotaciones mineras que contaminan nó
sólo el agua sino el medio ambiente que rodea a los proyectos en varios
puntos del país.
Incluso, hay una clara discriminación, cuando a la industria
editorial local no se le hacen los controles sobre plomo que ahora se le
exigen a las publicaciones llegadas del extranjero. En ese sentido, el constitucionalista Daniel Sabsay señaló que esta
medida es claramente violatoria de derechos constitucionales.
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