Mesa de encuentro de los bibliotecarios: Seminario Archivo Cossettini

24 abr 2009

Seminario Archivo Cossettini

30 de abril de 9 a 13 horas en el Salón Leopoldo Marechal del Ministerio de Educación de la Nación, Pizzurno 935.

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Una reflexión sobre la profesión que amo, el oficio que desarrollo y una fantasía no tan futurista

Desde hace más de 25 años soy jefe de una biblioteca de sede universitaria en la Patagonia
Creo en la educación permanente. Estoy en ese proceso, con capacitación proactiva, estudiando las últimas materias para obtener el título de Bibliotecario, no sin grandes esfuerzos con la ayuda de Dios y de mi familia. Alguien en algún lugar dijo:
"Con las piedras que me tiran estoy construyendo un camino para llegar a los objetivos que me he trazado".
Me considero un bibliotecario ya que es el oficio que desarrollo, y para el cual fui formado y continúo, no hay un techo para la educación, el conocimiento y la información, ni siquiera por la edad. La mente es un límite o una catapulta.
Agradezco a todos aquellos que me apoyan, que son muchos, y también por los que me han combatido porque me ayudaron (aunque esa no era su intención) a ver lo que debía mejorar o cuidar más y a salir fortalecido.
Es la bibliotecología una profesión muy amplia, hermosa, y que está enfrentando un cambio rotundo como otras profesiones, por el aumento de la ciencia y la permanente renovación de la tecnología en el campo de la información y la comunicación.
Los bibliotecarios tradicionales, de gesto adusto y poca o nada flexibilidad, que ven con antipatía las actuales tecnologías, pasarán, quedará el recuerdo, y las tecnologías y los aparatos que día a día se inventan y se producen arrollarán todo lo hasta ahora conocido. (Hay un lector sentado en el banco de una plaza que sostiene en sus manos un periódico, que no es de papel ni tinta, es un pliego a todo color, sus textos e imágenes van cambiando según pasan los minutos. Cuando este lector se levanta, arroja el periódico en un contenedor de residuos orgánicos que lo procesará y lo enviará prácticamente reciclado a un centro de distribución. Pero este lector no es un ser humano como hasta ahora se lo conoce, es un robot, un vigilante al servicio del Gran Hermano. Sus ojos son cámaras de alta resolución y las armas; sus manos, son letales, es una máquina, no tiene sentimientos ni contemplaciones, sólo obedece órdenes codificadas...)

Esteban Blanco
Bibliotecario
"No puedo parar de aprender"